¿SI TE LA HACEN, TE LA PAGAN?

Todos, en algún momento, hemos vivido situaciones que nos parecieron injustas. El dolor puede ser tan profundo que muchos, dominados por sus emociones, llegan a pensar en hacer justicia por su propia mano.

Pero… ¿y si el injusto es uno mismo?

En el día a día tomamos decisiones que, a veces sin darnos cuenta, perjudican a otros. Cuando se habla de injusticia, muchos piensan en grandes ejemplos, como una persona encarcelada por un delito que no cometió. Sin embargo, también existen injusticias cotidianas: atribuirse el crédito por algo ajeno, meterse en una fila, usar el dinero del gasto del hogar para fines egoístas, tirar basura en la calle o no ayudar a alguien cuando podías hacerlo.

Algunos justifican estas actitudes como una forma de «ajusta cuentas» con la vida o con quienes les han hecho daño. Es lo que aprendieron como mecanismo de defensa en un mundo que muchas veces se siente cruel. No obstante, la Palabra de Dios nos recuerda: «El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra.» (Proverbios 21:21).

Dios quiere sanar tus heridas y hacerse cargo de cada injusticia que hayas vivido (Romanos 12:19). Solo necesitas confiar en Él y permitirle tomar el control de tu vida.

Frente a las injusticias del mundo, debemos recordar que la justicia de Dios es diferente de la nuestra: Él resolverá todo cuando vivamos conforme a Su Palabra.

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